viernes, 4 de julio de 2008

La Diosa, Sodoma y la estrella Sirio.


¿Por qué los calebitas no podían ser los hijos de la estrella del perro? Y si la gruta de los oráculos de Machpelah no se diferencia de otras que hemos visitado en nuestros viajes mi hijo y yo, la gran Diosa que inspira los oráculos es también un perro. Es un perro por su promiscuidad en el amor y porque devora cadáveres; sus iniciados usan máscaras de perro cuando la adoran como Astarté o como la adorable Isis, y en el culto de su forma letal de Hécate o Brimo, se sacrifican perros allí donde se encuentran tres caminos.
La estrella del perro brilla en la estación más pestilente del año. Y los perros han custodiado siempre la tierra de los muertos para la gran Diosa. Allí están Cerbero, y el egipcio Anubis, guardián del paraíso occidental. ¿Y no hay relación entre Caleb y la diosa Calypso, reina de la paradisíaca isla de Ogygia, a quien los poetas describen como hija de Océano y Tetis, o de Nereo, o de Atlas Telamon? ¿Y no es, acaso, en la poesía hebrea, «el poder del perro» un sinónimo de la muerte?




Rey Jesús, R. Graves.

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