miércoles, 16 de julio de 2008

Un niño perdido.



"Nadie ama a otro como a sí mismo,
ni venera a nadie del mismo modo,
y tampoco es posible que piense
conocer a otro más grande que él.
Padre, entonces, ¿cómo puede crecer
mi amor por ti o alguno de mis
hermanos?
Te amo como el pajarito
que picotea migas en torno
a la puerta."
Sentado cerca, el Cura escuchó
al niño,
y tembloroso de celo lo agarró por el
pelo:
a tirones de su abriguito fue
arrastrándolo,
y todos ponderaron al vigilante Párroco.
De pie ante el prominente altar
exclamó: "¡Ved a este perverso!,
que cree tener razones para juzgar
a nuestro más sagrado Misterio."
El niño lloroso no pudo ser oído,
los padres plañideros lagrimearon en
vano,
le arrancaron la camisita,
y lo ataron con una cadena de hierro.
Lo quemaron en un lugar santo,
donde ya muchos habían sido
quemados:
los padres plañideros lagrimearon en
vano.
¿Se hacen tales cosas en las orillas de
Albión?

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