lunes, 2 de junio de 2008

Cebollas albarranas.

Parece que a Pan no le tenían mucho respeto ni siquiera en la Arcadia, y así, cuando la caza no era buena, los cazadores acostumbraban a golpear una imagen del salvaje y berreante dios con cebollas albarranas.


Frazer describe una costumbre de los griegos de Asia Menor: "Cuando una ciudad sufría de peste, hambre u otras calamidades públicas, elegían una persona deforme o repugnante para que asumiese sobre sí todos los males que afligían a sus vecinos. La llevaban a un lugar apropiado, donde ponían en sus manos higos secos, un pan de cebada y queso para que lo comiera. Después le pegaban siete veces en los órganos genitales con cebolla albarrana, ramas de cabrahigo y de otros arbustos y árboles silvestres, mientras las flautas tocaban una tonadilla especial y, finalmente, la quemaban en una pira hecha con ramas de árboles del bosque, arrojando sus cenizas al mar."



Observa Frazer que si la finalidad del suplicio que precede a la muerte del sujeto elegido como víctima fuera simplemente hacerlo sufrir más, bastaría con pegarle con un palo cualquiera. Nos cuenta, además, que la cebolla albarrana, o escila, es bien conocida por sus virtudes purgantes y diuréticas. Como hijo de su tiempo que es, habla de hechos ciertos e interpretaciones equivocadas.


A fin de cuentas, los toscos cazadores arcadios tenían una razón mejor que la de aliviar su frustración cuando golpeaban a Pan. Y en cualquier caso éste no era un dios muy delicado.






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